Hace un tiempo destacaba en un post la honradez del el cantaor El Torta al dedicar un cante a la drogadicción. Ya por aquellos días quería incluir en el post un poema de Karmelo Iribarren y otro de Delmore Schwartz, pero al estar en Glasgow no los puede encontrar. Ambos poemas son referentes a la adicción etílica. En tiempos de berbecio generalizado es preciso encontrar descripciones crueles y realistas de una adicción tan perversa. Durante un tiempo tuve afición por algunos escritores como Bukowski o Henry Miller ambos, a veces, fanfarrones borrachuzos. Fue Raymond Carver el que me devolvió los pies a la tierra. Carver que sufrió los efectos del alcoholismo tiene algunos de los poemas más escalofriantes al respecto. Recuerdo un poema que escribe a su hija alcohólica, espeluznante me resultó leer las palabras que le dedica.:
Llevas tres días borracha, me dices,
cuando sabes lo jodidamente bien que la bebida es veneno
para nuestra familia.
(You´ve been drunk for three days, you tell me
When you know goddamm well drinking is like poison
to our family)
o
Hija, no debes beber.
Las últimas veces que nos vimos lo habías dejado.
El cuello escayolado y además
un dedo entablillado, gafas oscuras para ocultar
el moratón en el ojo. Un labio
que un hombre debería besar en vez de partir.
(the last few time I saw you, you were out of it.
A cast on your collarbone, or else
a splint on your finger, dark glasses to hide
your beautiful bruised eyes.
that a man should kiss instead of split.)
Trad. Jaime Priede. Todos Nosotros. 2006. Bartleby Editores
Los poemas que aquí voy a transcribiros continúan con esta tendencia. Uno de ellos es de un poeta donostiarra Karmelo Iribarren. Una de las características más destacadas de este poeta es su sentido del humor. En este poema el humor no se encuentra pero sí es cierto que, tratando el tema con respeto, se manifiesta en un tono amigable. El poema toma la forma de un consejo. De su experiencia se deriva la recomendación. La experiencia es uno de los puntos en común de los tres poetas aquí mentados. Experimentan y de ahí surgen los poemas.
Las Resacas
Las primeras tienen
su cosa, es cierto. Otra vez
con el trago en la mano,
uno se siente a gusto de sentirse
tan mal, de tener ese cuerpo,
de ser al fin el blanco
de miradas y risas (comentarios
jocosos, vacilones), ya sabes,
de sufrir como un hombre.
Luego vienen las otras,
las de siempre, las clásicas,
sin el encanto de la novedad,
las que uno ya conoce en su justa
medida, aburridas y tercas,
pegajosas, las que apenas
sorprende, las que una mañana
te avisan que ojo al parche,
pero tú ni te enteras.
Las últimas resacas,
las auténticas, las de verdad,
las que ni risas ni miradas
que valgan, las del vómito
encima, las del asco
y las lágrimas, las del miedo
a vivir y a morir de repente,
las de las más absoluta soledad,
esas, amigo mío, mejor
que no las tengas que pasar.
(Seguro que esta historia te suena. 2005. Renacimiento. Sevilla)
El siguiente poema pertence a un poeta norteamericano bastante desconocido en España. Yo tan sólo conozco este poema y gracias a que Roger Wolfe lo tiene traducido en uno de los libros más fanfarrones que he leído nunca “Todos los monos del mundo”. El título ya es significativo “El pesado oso que va conmigo”. No requiere de comentarios por mi parte, la imagen es clara. Agradezco que Roger Wolfe nos lo haya traducido. Decir, tan sólo, que si no recuerdo mal leí en alguna página web de una asociación de alcohólicos anónimos estadounidense que lo utilizaban como una especie de oración.
El oso pesado que conmigo va
“el estar consigo del cuerpo”
El oso pesado que conmigo va,
Embadurnado el rostro de una múltiple y variada miel,
Zafio y dando tumbos aquí y allí,
Acaparando cada sitio con su peso,
Ese bruto hambriento y golpeador
Enamorado de los dulces, del sueño y de la ira,
Factótum desquiciado que todo lo deshace,
Que trepa el edificio y patea el balón,
Que en la ciudad del odio boxea con su hermano.
Junto a mí jadea, ese pesado animal,
Ese oso pesado que conmigo duerme,
Y que dormido aúlla por un mundo hecho de azúcar,
Por un dulzor tan íntimo como el abrazo del agua,
Aúlla en sueños porque la cuerda
Tiembla mostrándole el oscuro abismo que hay debajo.
Este exhibicionista de pomposo andar está aterrado,
Embutido en su traje de gala, reventándole los pantalones,
Y tiembla cuando piensa que su carne tiritante
Se deshará por fin hasta convertirse en nada.
Este animal del que no puedo escapar conmigo va,
Y me ha seguido desde que el negro útero me sostenía,
Moviéndose conmigo, distorsionándome los gestos,
Una caricatura, una henchida sombra,
El payaso estúpido de los designios de mi ser,
Que ofende y obnubila con su propia oscuridad,
Que alienta oculto en el vientre y en los huesos,
Opaco, demasiado próximo, mi secreto, y aún así desconocido,
Que se yergue para abrazar a ésa a la que amo,
Con la que quisiera caminar, de no estar él tan cerca,
Groseramente la manosea, a pesar de que me bastaría
Tan sólo una palabra para desnudar mi corazón y mostrarme como soy,
Pero él se tambalea, y lo ofusca todo, y exige su alimento,
Bajo su custodia babeante arrastrándome con él,
Entre los cientos de millones de su especie,
Y el desenfreno de la gula en todas partes.
Trad. Roger Wolfe: Todos los monos del mundo. 1995. Renacimiento. Sevilla
Podéis leer el original en inglés en el siguiente link
http://www.poemhunter.com/poem/the-heavy-bear-who-goes-with-me/
1 comentario:
No sabía que tenías un blog tan sugerente e interesante; he visto varios días. Te felicito, lástima no haber podido departir el curso pasado sobre muchas de las materias en las que muestras conocimiento y aprecio, como el arte -incluso contemporáneo-, la poesía -demasiados 'anglo' no?-, entre otros.
Cuídate, sobre todo si sigues preparando oposiciones, suerte. Y nos vemos en cualquier esquina de la blogesfera, o del mundo.
Jaime Ferri
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