Los domingos es buen día para, como diría el poeta Roger Wolfe, peinar la alopecia de los diarios. Me producía placer arrugar las páginas salmón de “El País” y tirarlas al sucio archivo de la papelera. Pero de un tiempo a esta parte, quizás a sazón de la tan difundida crisis económica, me he comprometido a leer la sección dominical de Negocios. Bien he hecho, la susodicha sección no es un mero recordatorio de quiénes ganas más y de qué modo, hay apartados muy interesantes, entre ellos el “Laboratorio de ideas”. El pasado domingo (27 de Julio) traía varios artículos muy interesantes, destaco entre ellos “Balanzas fiscales: el arte de la confusión” de Carmen Alcaide (el cual espero comentar algún día), “La crisis es un cambio con riesgos y oportunidades” del secretario general de CCOO José María Fidalgo y “El minimalismo llega al motor” de Antony Currie sobre el cual quisiera tratar.
Con mis amigos Gustavo y Raúl solía bromear, haciendo alarde de mi supina ignorancia en automóviles, diciendo que el coche que siempre he querido tener es un Hummer. Mi impotencia general se vería contrarrestada, en la carretera, por la potencia sublime de tan sobrecogedor carromato. Me sentiría como un rey donde ni tan siquiera tengo licencia para conducir. Pues bien, como he podido deducir de la subida del precio del crudo y del citado artículo mi omnipotente sueño tiene todas las papeletas para ser sólo un sueño (con todas las connotaciones que un psicoanalista deduciría).
Hará unos meses vi en Madrid, con mis padres, una película de Paul Auster llamada La vida interior de Martin Frost (basada en su novela homónima). En esta película Paul Auster nos presentaba, no como protagonista, a un escritor fracasado al cual ridiculizaba con cierta crueldad. Para ello recurría a la presentación de sus absurdos proyectos literarios. Estos, aunque absurdos, tenían cierta lucidez ingenua. Quisiera relatar uno de ellos que me permite usarlo como moraleja del artículo que aquí quería tratar.
El escritor tenía in mente escribir un cuento sobre un pueblo que ante una crisis alimenticia pensaba distintas soluciones. No las recuerdo todas, es más, sólo recuerdo la que aquí me interesa. Ante esta carestía alimenticia un mago propone encoger a la población para que así necesiten menos alimentos y, por tanto, las escasas viandas cundan más. La moraleja es obvia en tiempos en los que se nos llena la boca con el cuestionamiento de la sostenibilidad del modelo de desarrollo global: no pensemos en producir más, consumamos menos.
Esta moraleja es la que nos trasmite el artículo de Antony Currie “El minimalismo llega al motor”: los fabricantes de automóviles piensan en “empezar a vender coches más pequeños y de menor consumo”. Adiós a los mastodontes chupagasolina. Yo por mi parte dejaré de soñar con Hummer y empezaré a soñar con un Mini que, por cierto, sé que a Esther le gusta más.
1 comentario:
Es curioso, porque aquí en EEUU sólo hay coches enormes que consumen una burrada, y claro, la gasolina a $3 el galón
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