He de agradecer a mi entrañable y sabio compañero Tino González que me mandará como regalo la antología de Julio Martínez Mesanza Soy en Mayo, publicada por la editorial sevillana Renacimiento en esa colección cuyas portadas ligan tan bien con los gustos de Esther (rayitas y colores). Como bien me indicó Tino la lectura de Julio Martínez Mesanza resulta extraña, su temática se mueve entre lo épico y lo histórico para abordar, casi siempre, asuntos concernientes a la moralidad. Esto resulta extraño, o al menos así me lo parece, para un poeta actual. Su poesía resulta muy culta y desde los títulos de sus poemas remite a hechos históricos, sentencias en latín o a jerga castrense. Tiene una peculiar manera de afrontar el mundo desde sus poemas, casi siempre desalentadora pero nunca injusta, encontrando el hecho poético en lugares inesperados. Podemos decir que Mesanza tiene un estrabismo poético que lo hace sumamente interesante y muy enriquecedor de nuestra experiencia. Un buen ejemplo de esto es el poema También mueren caballos en combate, el cual tan bien me presento Tino. Este poema focaliza el sufrimiento animal en un combate humano. Es muy inteligente este punto de vista. Si el combate humano se caracteriza por la búsqueda de muerte premeditada para el contrincante, Mesanza se concentra en los muertos que mueren de forma no premeditada. Los caballos mueren pero por accidente, su muerte no es el trofeo ni con ella se consigue la victoria. Esto ¿los ennoblece? O por el contrario ¿los denigra, considerándolos insignificantes? Por el tono del poema podemos entender que el autor pretende lo primero: ennoblecerlos. Los caballos muertos en combate, su agonía y su inocencia son la noble metáfora de la agónica, furiosa y desmedida violencia humana.
A continuación os transcribo el poema para que así podáis disfrutarlo vosotros:
También mueren caballos en combate
También mueren caballos en combate,
y lo hacen lentamente, pues reciben
flechazos imprecisos. Se desangran
con un noble y callado sufrimiento.
De sus ojos inmóviles se adueña
una distante y superior mirada,
y sus oídos sufren la agonía
furiosa y desmedida de los hombres.
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