miércoles, 6 de agosto de 2008

Contra la lógica del pánico y el odio en política: W. B. Yeats


Llueve en Glasgow, lo cual no es ninguna novedad. Llueve todos los días pero no de forma continuada, el agua se mezcla con rayos de sol, esta es tierra propicia para los arcoíris. Hoy el día se desperezó entre lluvia y, me temo, se irá entre aguas. Es por eso que me he quedado encerrado en casa. He aprovechado para hacer algunas lecturas.

Os quería invitar a la lectura de un poema de W. B. Yeats que me ha causado cierta conmoción; ha despertado en mí una reflexión sobre la barbarie y la inclusión de la lógica del pánico y el odio en la política. La vida de W. B. Yeats es sumamente interesante por las continuas dualidades que en ella se mantienen, Yeats es múltiple y esquivo a generalizaciones. Pero acá quiero destacar tan sólo ciertos aspectos, especialmente aquellos relacionado con la lucha activa que practicó por la independencia de Irlanda. Independencia que si bien apoyó en plano político fue él quien trasladó al ámbito literario, según he podido leer. Hizo un gran esfuerzo por el renacer de la literatura irlandesa, estimulándola desde sus propias raíces. Pero la militancia de Yeats en los círculos irlandeses que luchaban por la independencia de su país jamás se tornó en una militancia guerrillera en el Ejército Republicano Irlandés. Esto diferencia a Yeats del linaje de poetas y escritores que se convirtieron en soldados o guerrilleros y de aquellos soldados que se convirtieron en poetas y escritores, de esta última podemos destacar a E. Jünger.

El poema que aquí quiero aportar pertenece a su libro “La Torre” (1928) una de su últimas obras y perteneciente a su plena madurez en la cual desde un libre distanciamiento desarrolla una capacidad de diagnóstico sobre temas diversos como pueden ser la muerte, la vejez o, en el caso que aquí quiero destacar, la guerra y la violencia. El poeta se vuelve menos apasionado, deja de ser un mártir de su sensibilidad para convertirse en un testigo lúcido. Esto se puede apreciar en la sección del libro “Reflexiones en tiempos de guerra civil”. En el poema VII “Veo Fantasmas de odio y de la plenitud del corazón y del vacío que vendrá” retrocede a los tiempos de la Guerra Civil en Irlanda (1922-1923) y se duele del tiempo de odio y violencia que sufrió. El poema está muy bien planteado porque desde su primer verso (“Subo a la cima de la torre y palpo piedra herida”) nos muestra la intención del poema: mirar atrás desde su madurez presente. Su intención se hace manifiestamente crítica. Después quedan bien expuestos los elementos diseccionados: el odio como fruto de las ideas apasionadas y perturbadas y las víctimas de tal odio. El poema, a su vez, tiene una intención autocrítica, el poeta no es compasivo con su pasado. Este aspecto le aporta calidad humana al poema y, por supuesto, al poeta.

Este poema es una buena invitación a la erradicación de la lógica del odio y el pánico en la política. Nos aporta un buen ejemplo de la sustitución del diálogo por la dialéctica de los puños y las armas. Es toda una defensa a la negación de la instalación de la violencia en el conflicto político.

Os paso el poema en versión original y después la traducción de Carlos Jiménez Arribas (DVD Ediciones, 2004):

VII. i{I see Phantoms of Hatred and of the Heart's}

i{Fullness and of the Coming Emptiness}

I climb to the tower-top and lean upon broken stone,

A mist that is like blown snow is sweeping over all,

Valley, river, and elms, under the light of a moon

That seems unlike itself, that seems unchangeable,

A glittering sword out of the east. A puff of wind

And those white glimmering fragments of the mist sweep by.

Frenzies bewilder, reveries perturb the mind;

Monstrous familiar images swim to the mind's eye.

'Vengeance upon the murderers,' the cry goes up,

'Vengeance for Jacques Molay.' In cloud-pale rags, or in lace,

The rage-driven, rage-tormented, and rage-hungry troop,

Trooper belabouring trooper, biting at arm or at face,

Plunges towards nothing, arms and fingers spreading wide

For the embrace of nothing; and I, my wits astray

Because of all that senseless tumult, all but cried

For vengeance on the murderers of Jacques Molay.

Their legs long, delicate and slender, aquamarine their eyes,

Magical unicorns bear ladies on their backs.

The ladies close their musing eyes. No prophecies,

Remembered out of Babylonian almanacs,

Have closed the ladies' eyes, their minds are but a pool

Where even longing drowns under its own excess;

Nothing but stillness can remain when hearts are full

Of their own sweetness, bodies of their loveliness.

The cloud-pale unicorns, the eyes of aquamarine,

The quivering half-closed eyelids, the rags of cloud or of lace,

Or eyes that rage has brightened, arms it has made lean,

Give place to an indifferent multitude, give place

To brazen hawks. Nor self-delighting reverie,

Nor hate of what's to come, nor pity for what's gone,

Nothing but grip of claw, and the eye's complacency,

The innumerable clanging wings that have put out the moon.

I turn away and shut the door, and on the stair

Wonder how many times I could have proved my worth

In something that all others understand or share;

But O! ambitious heart, had such a proof drawn forth

A company of friends, a conscience set at ease,

It had but made us pine the more. The abstract joy,

The half-read wisdom of daemonic images,

Suffice the ageing man as once the growing boy.

VII: Veo Fantasmas de odio y de la plenitude del corazón y del vacío que vendrá

Subo a la cima de la torre y palpo piedra herida,

una neblina como nieve en polvo barre todo,

el valle, el rio, los olmos, bajo una luz de luna

que no parece luna, que parece inmutable,

una centelleante espada po el este. Sopla el viento

y esas centellas blancas de la niebla pasan.

El frenesí anonada, y el ensueño ha perturbado ya la mente;

imágenes atroces de lo familiar empozan la mirada.

“Venganza contra los que le mataron”, se alza el grito,

“Venganza para Jaques Molay”. En harapienta palidez, o encajes,

la tropa alada de ira, atormentada de ira, hambrienta de ira,

cada soldado contra otro, mordiéndose en los brazos o en la cara,

se zambulle en la nada, brazos y dedos bien abiertos

para abrazar la nada; y yo, mi mente en desbandada

por todo este tumulto sin sentido, yo también pedí

venganza contra aquello que mataron a Molay.

Sus pata largas, delicados y esbeltos, ojos de aguamarina,

los unicornios mágicos pasean a las damas en su grupas.

Las damas cierran pensativos ojos. Ninguna profecía,

rememorando un almanaque babilónico,

cerró los ojos de la damas, sus mentes son cisternas

donde hasta la añoranza se ahoga con su propio exceso;

nada sino quietud puede quedar si el corazón se colma

de su propia dulzura, el cuerpo de su amable forma.

Los unicornios pálidos, los ojos con su aguamarina,

los párpados que tiemblan entreabiertos, las trizas de la nubes o de encajes,

los ojos que la ira ha iluminado, los brazos que ha dejado secos,

dan paso a una muchedumbre ya impertérrita, dan paso

a halcones sin piedad. Y no hay ensueño de la propia complacencia,

ni odio contra aquello que vendrá, ni pena por lo que se ha ido:

nada sino propósito en la garra, y petulancia en la mirada,

la s incontables alas de metal que han ocultado nuestra luna.

Me doy la vuelta y, al cerrar la puerta, en la escalera,

pienso las veces que podría haber probado mi valía

en algo que los otros entendieran o pudieran compartir;

más, ambicioso corazón, si hubiera convocado en esa prueba

un gran grupo de amigos, una conciencia en paz consigo misma,

tan sólo habría acrecentado nuestro anhelo. El goce abstracto,

la mal leída ciencia de imagen sobrenatural,

bastan al hombre viejo como antes al adolescente.

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