Me gustan los poetas que representan una forma de relacionarse con el mundo. Acudo a ellos y acudo a un mundo representado desde otra luz, otros ojos, otros sueños. La poesía representa pero su representación es un sentir, por ello su profundidad. Los versos se pegan en la piel y contigo van, el mundo se filtra a través de los ojos y la sensación de los poetas que hemos leído.
Estos días he acudido a Juan Ramón Jiménez. Su poesía se desliza desde la inteligencia intelectual que reflexiona el mundo y el individuo desde la nada y sus interacciones, al lirismo juguetón de la fantasía y las canciones populares. Un poeta que busca el nombre exacto de las cosas para asombrarse de lo representado. Juan Ramón Jiménez tiene una sensibilidad que se conjuga con una habilidad poética, así nunca cae un extremos líricos que rocen la cursilería. Su sensibilidad es inteligente y comedida, hábil y evocadora. Te sientes apegado a ella. Los poemas se perfilan, a veces, en torno a conceptos. De los muchos que se pueden encontrar yo aquí quisiera presentar el concepto de alma.
Para Juan Ramón que reflexiona en ocasiones desde la nada para ocuparla necesita de esencias que la ocupen. Pero no puede ocupar espacios abandonándolos a la quietud. Los espacios requieren no del vacío pero tampoco del estático peso que inmoviliza. Así Juan Ramón construye conceptos como el de alma que se establece como una recepción de sensibilidad. Así el cuerpo humano como espacio se ocupa por un alma que no es estática sino que recibe aquello por lo que pasa. El alma es una sensibilidad, aquella que nos permite pasar sobre el mundo y que él pase por nosotros. Esta idea aparece bien desde dos poemas: A mi alma (Sonetos Espirituales) y un poema escrito en Birkendene, Cadwell un 20 de febrero. En el primero el alma es un espectador atento que percibe, es por ella que guardamos nuestras experiencias del mundo en nuestro interior. En el segundo, el alma es imperceptible, mas todo lo baña, todo lo cubre, y en todo está. Es decir, todo lo percibido tiene parte del alma de aquel que lo percibe. Como si la existencia fuera un juego entre dos o más que interactúan siendo el alma el soporte.
A mi Alma
Siempre tienes la rama preparada
para la rosa justa; andas alerta
siempre, el oído cálido en la puerta
de tu cuerpo, a la flecha inesperada.
Una onda no pasa de la nada,
que no se lleve de tu sombra abierta
la luz mejor. De noche, estás despierta
en tu estrella, a la vida desvelada.
Signo indeleble pones en las cosas.
Luego, tornada gloria en las cumbres,
Revivirás en todo lo que sellas.
Tu rosa será norma de las rosas,
tu oír de la armonía, de las lumbres
tu pensar, tu velar de las estrellas.
Birkendeme, Caldwell,
20 de febrero.
Te deshojé, como un rosa,
para verte tu alma,
y no la vi.
Mas todo en torno
-horizontes de tierras y de mares-,
todo, hasta el infinito,
se colmó de una esencia
inmensa y viva.
Imagen: Juan Ramón Jimenez. EFE
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