De vuelta a España. Tras pasar una noche en el aeropuerto de Glasgow. Llego al aeropuerto de Málaga. Comemos en un chiringuito. Y de camino a casa, Lucena, ahí están, los de la ETA jodiendo al personal. Al ciudadano medio, que ni pincha ni corta, que aprovecha un domingo para ir a la playa y que tiene que vérselas con desalojos de playas y caravanas de coches.
Mi vuelta a España se ha visto afectada por la estrategia “jodepersonal” de estos energúmenos. Ayer mismo escribía un artículo Luis García Montero en El País sobre la tranquilidad y sabia lentitud que se respira en el Sur. Que vengan del norte con bombas nos fastidia. Adiós a la calma. La estrategia de ETA es clara, aunque las bombas sean pequeñas los efectos son grandes. Málaga en plenas fiestas, un domingo, en verano, qué más se le puede pedir para que la ciudad y alrededores estén llenos de turistas de muy diferente pelaje, nacionales y extranjeros. Aunque sus bombas hayan sido pequeñas y sin daños personales ni materiales han tenido efectos. Nos han fastidiado un día de domingo y también han ensuciado la imagen de Málaga y la de Andalucía. Si siguen con sus bombetas los niñatos de la ETA nos van alterar la tranquilidad.
El pasado viernes, aun en Glasgow, estábamos unos amigos en un pub. Fui al servicio y a la vuelta un tipo me pregunto mi nacionalidad. Le respondí y le pregunte la suya, perogrullada por mi parte porque por su acento se le veía más escocés que las faldas de cuadros. Aún siendo estúpida, fue acertada mi pregunta pues me dijo no tener patria, ser del mundo, internacional y comunista. Su acento dejo de ser escocés para tomar un tono brusco y dogmático, me alzó el puño yo alcé el mío, me dijo “¿tú también?” y yo le dije “claro que sí, camarada”. Mi estrategia era escurrir el bulto lo más rápido posible y dejarlo contento, no le quería violentar. Pero fracasé, al rato mientras hablaba con una amiga el tipo volvió con otro más, tenían ganas de charlar. Le preguntó a mi amiga de dónde era ella dijo que de Galicia. Le preguntó que dónde estaba y ella le dijo que en el norte. En ese momento el tipo se ilusionó de una manera extraña y nos pregunto que si éramos de la ETA. En un principio no lo entendimos, cogió y sobre la barra húmeda del bar escribió las siglas de la ETA. Por supuesto Noa, que así se llama ella, y yo nos se sorprendimos y respondimos que no. Lo más curioso fue la reacción del tipo: se apenó, quedó decepcionado. Qué habría en la cabeza de ese tipo, serrín o ignorancia. Entre fanático e ignorante lo prefiero ignorante. Aunque lo primero también lo era, cada cual tiene sus gustos pero tatuarse una hoz y un martillo sobre fondo rojo en el brazo no es propio de un tipo comedido. Quién me iba a decir que dos días después de que me confundieran (a mí, tan andaluz, con un vasco, lo cual no me importa, pero, joder, de la ETA) me iba a tener que ver en una caravana por la bombetas de la ETA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario