En el día de hoy se ha publicado un artículo en El País que me parece interesante reseñar y comentar. Éste ha sido escrito por José Vidal-Beneyto y se titula Migraciones y Progreso. Desde este artículo el autor hace una petición: crear un marco jurídico común que regule el fenómeno de la migración, estableciendo derechos y obligaciones de los inmigrantes. La creación de una carta común de referencia sobre las migraciones, que aunque no se establezca, por imposibilidad, como obligatoria puede tener una fuerte capacidad inspiradora. A la vez que ésta podría tener una fuerte capacidad simbólica y movilizadora. Pero además de esto, Vidal-Beneyto establece uno de los factores fundamentales para entender el flujo migratorio actual: el principio de seguridad y de los intereses estatales. Estos factores suelen jugar a favor y en contra; a favor de los intereses estatales y las grandes empresas; en contra de los inmigrantes, aumentando su vulnerabilidad. Los inmigrantes se encuentran a merced de la situación del país de llegada y si en estos les vienen mal dadas se verán perjudicados. De qué forma se establecerá la acogida es dubitativa e insegura y se ha de considerar siempre, y esto ha de ser ineludible, que no estamos acogiendo recursos sino que son personas. No han de permitirse márgenes que supongan la violación de la dignidad de tan desfavorecidos seres humanos, aunque estos márgenes permitan también condiciones dignas. La dignidad ha de ser el límite infranqueable.
Esto nos permite acudir a interpretar la indigna y canalla Directiva de retorno del Parlamento Europeo, la cual dado su carácter no vinculante se convierte en un referente inmoral. Esta directiva estable condiciones de retorno para menores inmigrantes que posibilitan su “envío” a países diferentes a los de origen, lo cual supone que también puede no estar familiares para acogerlos (art. 8bis.2) y establece, también, el internamiento forzoso de inmigrantes “irregulares” ordenado por autoridades administrativas (art 14.2) el cual puede durar hasta 18 meses (¡¡!!). Este referente inmoral mantiene los márgenes para que se viole o no la dignidad de los inmigrantes pero, como referente que es, inspira a que sí se viole. Permitiéndose por tanto que los factores señalados por Vidal-Beneyto sigan imperando, no la moral y la dignidad de los inmigrantes. No sólo no se regula mediante un Reglamento Comunitario (de aplicación directa para en los ordenamientos jurídicos de los Estados miembros) una norma coherente con la dignidad de los seres humanos sino que se instituye un referente inmoral. Aunque siempre queda el mal peor, que no consuela, de que esta directiva infame fuera un Reglamento Comunitario. Pero lo que se trata aquí es sólo de permitir, como si de una autonomía kantiana y perversa se tratara: que el peso y la culpa recaigan sobre quien elija,aunque se permita.
Esto casa bien con lo alegado por el PSOE como excusa de su defensa a la Directiva de retorno: con él nunca llegarán al tope de los 18 meses de internamiento. Como bien apuntaba Soledad Gallego-Díaz (Los límites de la confusión) a quién se le ocurre votar a favor de una Directiva que aunque ellos no vayan a implementar, en toda su perversidad, sin saber que ahí queda y que otros la podrán aplicar ¿acaso se piensan que estarán eternamente en el poder? o ¿qué sólo afecta a España? Además ¿Por qué decir sí a una Directiva que va a ser no en España? Volvemos a lo mismo, quieren dejar margen, ser dubitativos, cuando en vez de “papeles para todos” quieran “maletas para todos” hay las tendrán en el sótano de la posibilidad.
Lo que más indigna de esta situación es las consideraciones que podemos hacer sobre la inmigración como fenómeno positivo y necesario para los países receptores. Como señala el informe de 2007 del Sistema de Observación Permanente de las Migraciones (Sopemi) de la OCDE (cit. Vidal-Beneyto) a partir del 2030 será el aumento de la población productiva y, por tanto, de la inmigración. Fukuya en un reciente artículo publicado en El País ( El Fin de la Hegemonía Americana 31/7/2008) añade algo parecido: Prácticamente, todos los países desarrollados atraviesan un bache demográfico. Sus poblaciones disminuyen de año en año como consecuencia de la bajísima tasa de natalidad de sus pobladores nativos. Así que cualquier país desarrollado que desee seguir creciendo tendrá que acoger inmigrantes procedentes de países y culturas diferentes. Así como para los países de origen los inmigrantes causan también riqueza, siendo un factor fundamental para su desarrollo gracias a los fondos remitidos por los trabajadores extranjeros. Esto no es baladí porque estamos, por tanto, ante un fenómeno, la migración, que causa beneficios a nivel mundial, tomando las dinámicas de la mundialización. Todo esto añade a la alegación de la dignidad humana, que siempre ha de ir por delante, otro elemento para no encontrar de buen recibo normas como la Directiva del Parlamento Europeo.
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